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El arte de servir cerveza

Publicado por Yo y Yo |

Servir, o más comunmente, tirar bien una cerveza es un arte no fácil de alcanzar, que sólo conseguiremos después de una cierta práctica y siendo fieles al "catecismo" que regula su servicio.
Si bien hay unas normas generales que sirven para todas las cervezas, no es menos cierto que dependiendo del estilo de la misma y del recipiente en que se conserva, las pautas a seguir, para obtener un servicio perfecto de nuestra bebida, varian ligeramente.
En principio hay una gran diferencia entre servir cerveza de barril, por medio de grifo, y cerveza embotellada.
En esta ocasión, nos vamos a referir sólo al último caso, pues es más fácil disponer de botellas en casa que de cerveza de grifo; no obstante, en otra ocasión dedicaremos algunas palabras a este tema para los afortunados que disponen de un grifo de cerveza en casa.
La primera norma de oro que debemos tener presente es que la grasa y los olores son enemigos irreconciliables de la cerveza y que debemos evitar a toda costa.
Ello supone que el vaso, jarra o copa en el que vamos a decantar nuestra cerveza debe estar absolutamente limpio, especialmente de grasa, ya que esta evita la formación de espuma.
Nos encontramos entonces con un grave problema, los buenos quitagrasas son productos fuertes, generalmente bastante olorosos, de modo que entramos en conflicto con el segundo aserto de nuestra dorada regla: evitar olores.
Efectivamente los olores típicos de los detergentes anulan a los aromas cerveceros, que generalmente son muy tenues, de modo que debemos ser muy cuidadosos en este tema.
Hemos de procurarnos un buen desengrasante pero que sea poco oloroso y siempre enjuagar abundantemente con agua clara el recipiente, que debemos dejar sacar al aire, de modo que se ventile bien.
La segunda norma es muy controvertida, pues hay dos escuelas opuestas que defienden justamente lo contrario.
Mientras unos opinan que se debe refrescar el vaso con agua fría antes de escanciar la cerveza en él, otros consideran que el recipiente receptor debe estar absolutamente seco.
Los primeros aducen que con ello se consigue que la cerveza no se caliente pronto, pues al enfriar por este medio el vaso, el intercambio de temperatura entre continente y contenido es mínimo.
Los segundos alegan que con esta práctica se aminora la formación del burbujeo, pues la humedad en las paredes del vaso "atrapa" el carbónico, de modo que la cerveza nos resultará menos espumosa y con menos gasificación.
¿Quién lleva razón? ¿Existe alguna otra solución?
Razón llevan, cada una en lo que le corresponde, ambas partes. Otra solución no se ha encontrado. Se ha recurrido a conservar los vasos, copas y jarras en frigoríficos; pero es peor el remedio que la enfermedad (sobre todo si se trata de un congelador), pues el frio de estos recipientes es húmedo, de modo que estamos en las mismas, con el inconveniente de necesitar de un aparato costoso sólo para este fin.
Nosotros entendemos que lo mejor es una solución intermedia: refrescar los vasos sólo cuando sea necesario; es decir, cuando el vaso esté excesivamente caliente, en relación con la temperatura de la cerveza que vayamos a tomar.
En caso contrario, es preferible servir con el vaso seco.
La tercera norma a seguir es la de tener la cerveza a la temperatura adecuada. En este sentido es preciso tener en cuenta el estilo de que se trate y, también, las costumbres y climatología de la zona en que estemos.
Por lo general, en España, es preciso bajar un poco más la temperatura de casi todas las cervezas. Con un ejemplo se entenderá fácilmente: cuando un fabricante inglés recomienda tomar su producto a temperatura ambiente, se estará refiriendo aproximadamente a unos 11º C, que es la media habitual de temperatura en su país. En España la media sobrepasa los 18º C, por lo que se comprende que esa cerveza inglesa en España no debemos tomarla a temperatura ambiente.
También, claro está, influirá nuestro gusto personal; no obstante, aconsejamos no distanciarse demasiado de lo propuesto por los expertos y conocedores, pues es cierto que en nuestro país tendemos a tomar la cerveza demasiado fría, y en algunos estilos esto dificulta una buena apreciación de la cualidades de la bebida.
Llegamos al tema más complejo del servicio de la cerveza, el hecho de "tirarla".
Sin duda lo más difícil de todo el proceso y lo que requiere de cierta práctica hasta que lo hagamos bien. Nos referiremos hoy al servicio de las lager, más o menos fieles al estilo pilsen, por ser las más habituales y las que más se consumen en verano.
Una pilsen se debe tirar de tres golpes, siguiendo los siguientes pasos:
Primero:
Inclinamos la copa (o vaso de lager) como unos 45º y acercamos la botella hacia el borde inferior del recipiente, dejando caer la cerveza sobre la pared lateral y entonces separamos la botella elevándola hacia arriba, de modo que llenamos más o menos la mitad del recipiente (que debe tener una capacidad ligeramente superior a la de la botella que estemos utilizando).
Segundo:
Después de un ligero tiempo de reposo, inclinamos la copa menos que antes, como a unos 80º, y volcamos el líquido con la boca de la botella próxima al borde del vaso, separándola poco a poco (es más fácil bajar la copa que elevar lo botella), hasta que la espuma alcance el borde.
Tercero:
Con el recipiente en posición vertical, terminamos de verter el líquido (tras un pequeño reposo), de modo que la espume sobrepase el borde ligeramente, como un dedo, más o menos.
Si la espuma es muy cremosa el copete que se forme sera anguloso en los bordes, si no, tenderá a ser más redondeado.
El resultado final debe presentar una cerveza con "cuentas" de burbujeo y con una cabeza de espuma de al menos tres centímetros, que naturalmente irá desvaneciéndose.


Vía : Conectia

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